La politóloga alemana Elisabeth Noelle- Neuman desarrolló una teoría de la comunicación y de las ciencias políticas a la que llamó la espiral del silencio (1).
Según la teoría de Noelle-Neuman una persona omite compartir sus opiniones o posiciones, si percibe que en el medio que se encuentra existe una mayoría de que piensa u opina distinto. En otras palabras que cuando alguien cree que todo mundo piensa distinto, no se arriesga a dar sus opiniones para evitar con ello el rechazo o el señalamiento; este comportamiento funciona y se activa en el sujeto como mecanismo de protección. Es allí donde aparece la espiral del silencio.
Esta explicación científica de un fenómeno social, en mi criterio bastante acertada, es en parte lo que ocurre en Colombia, frente a la evaluación de la imagen o desempeño de ciertos funcionarios públicos, los cuales al parecer tienen una gran aceptación, aprecio y valoración por parte de nuestros “compatriotas”.
Según las encuestas publicadas de manera periódica por importantes firmas encuestadoras y difundidas por algunos medios de comunicación la imagen y aceptación de la gestión de nuestro presidente Álvaro Uribe, es altamente aceptada por la gran mayoría de todos los colombianos. Esta es la primera parte de la espiral del silencio: hacer percibir a la opinión pública que todos están de acuerdo en un tema.
Según los sondeos de las encuestas la aceptación de la gestión del presidente o su popularidad no ha bajado del 65%, siendo su punto más bajo en 2003, cuando se desarrollan los diálogos en Santa Fe de Ralito con las autodefensas, el gobierno decidió apoyar la invasión a Irak y las cifras del desempleo aumentaron dramáticamente. Después de estos resultados ha incluso llegado a niveles del 84%.
Volviendo al análisis de la espiral del silencio, queda entonces la percepción en todos los colombianos, gracias a las encuestas, que la gestión y la imagen del presidente es aceptada por la gran mayoría de los colombianos y entonces llega la reacción natural: omitir nuestras percepciones y propias opiniones de lo que ha sido su gestión. Aunque no estemos de acuerdo con sus decisiones o manejos preferimos no hablarlo, pues creemos que podemos encontrarnos con opiniones contrarias a la nuestra y obtener un rechazo.
Pero no es así. Personalmente cuando tomo un taxi, llego a un negocio o tengo contacto con personas que apenas conozco y pongo el tema de la gestión del presidente, aunque me encuentro inicialmente una tímida respuesta, luego llegan la lluvia de inconformidades y análisis desfavorables.
Nuestra percepción es que todos los colombianos están de acuerdo con la gestión del presidente, pero no es así lo que nos encontramos en las calles de las ciudades y en la cotidianidad. Sin embargo la tarea asignada a la realización permanente y sistemática de encuestas de opinión sobre la imagen del presidente está hecha: generar una espiral de silencio en las opiniones de los colombianos.
(1) Anderson 1996: 214; Miller 2005: 277.
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